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Mejía: 133 años de cultura

Por: Lic. Ramiro Caiza


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El cantón Mejía se inscribe en el proceso de reor­denamiento territorial, a través de la normativa de la época, en donde se apunta a la administración política, económica y social. En este contexto, la cultu­ra quizá no tuvo alteración hasta lo que se había man­tenido, tradiciones y festividades ligadas al calendario religioso principalmente, en medio del sincretismo e hi­bridación permanentes. Complicado resumir el recorri­do de la cultura local, a pesar del poco o nulo apoyo y fomento desde la oficialidad.


El sistema republicano poco había incidido en el as­pecto cultural, sus proclamas bien escritas permanecie­ron en el papel. La época conservadora marcó sus pro­clamas con el sistema de tenencia de la tierra. Los vientos de la revolución alfarista marcan una nueva época, pero localmente poco se transforma en la gran hacienda; los doctrineros continuarán hasta más de la mitad del siglo XX, lo cual significó un imperativo cultural determinante para que en esta tierra se afinque con mucha fuerza la religión y el sistema de vida local gire en su entorno: cos­tumbres, tradiciones, mitología, gastronomía, artesanía, arquitectura; es decir, la vida misma y también la muerte estaban condicionadas a los designios religiosos.


El Círculo Católico de Obreros, marca el inicio de una actividad sostenida en el teatro, fundamentalmente, aun­que sus contenidos estuvieron ceñidos con lo clásico, desde donde se justificaba el status quo. Luego deven­drá en el grupo Asociaciòn de Teatro Aficionado de Me­jìa, creado por Raúl Guarderas y de grata recordación.


Durante las primeras décadas del siglo XX, se mantu­vo la visión ilustrada del quehacer cultural, considerando que el buen gusto y la creación estaban dados solo para los potentados y para quienes detentaban el poder.


Será a partir de la publicación de la Monografía del padre Pablo Reyes, en 1920, que se cuenta con un gran documento que sistematiza las bondades del cantón Mejía, haciendo alusión al proceso independentista y a la creación del cantón Mejía el 23 de julio de 1883, bajo Decreto del Presidente interino Luis Cordero. Esta Mo­nografía reúne datos fundamentales de orografía, geo­grafía y recursos naturales, así como una amplia des­cripción de cada una de las parroquias con el potencial humano de la época; cierra con un inventario magistral de la flora del Cantón. Además, encontramos alusiones a la gran propiedad de la tierra, en donde se refleja el ca­rácter agrícola y ganadero de Mejía, con el protagonismo del chagra, puesto que enfáticamente se lo menciona.


En el marco de documentos de estilo monográfi­co, cabe, necesariamente mencionar, a la Monografía de Segundo Miguel Salazar, (inédita, 1940), donde se amplía el estudio del Cantón, con claros referentes a los recursos humanos en el campo educativo, social y deportivo. Sin embargo, se debe destacar la referencia a las festividades y a la cacería, como elementos que van sustentando una parte de la identidad local, como es la chacarera.


Otro documento importante es la Monografía de José Romero y Cordero, en donde consta la versión original de nuestro Himno de puño y letra de su autor; además de la publicación de tres Romances dedicados a las her­manas García Negrete, cuando él estuvo radicado en estas tierras.


El romanticismo y el modernismo, arribaron muy tar­de al Ecuador y por ende a Machachi; las manifestacio­nes del realismo social y del indigenismo poco hicieron a nivel local para anunciar nuevas propuestas; lo bucólico esta impuesto en todas las manifestaciones.


El surgimiento de la primera banda de músicos es vital, puesto que viene a ventilar la monotonía local, es­pecialmente los momentos de las retretas. La trayectoria de la banda, es indiscutible a lo largo de su historia como aporte significativo a la convivencia y recreación de la comunidad. Su prestigio está dado de la mano de direc­tores como Carlos Brito Benavides, Nicolás Brito, Luis Estévez, Luis Caiza, por citar algunos.


En el aspecto musical el Cantón tiene un página gran­de para bien de los ecuatorianos, tanto por Victor Manuel Valencia Nieto como por Carlos Brito Benavides, dos ba­luartes que constituyen parte vital de los anales musicoló­gicos del país; temas como Dolencias, Tormentos y penas raras, y Teresita o la música del pasillo Sombras, son por así decirlo emblemas que nos identifican no solo como mejienes sino como ecuatorianos alrededor del mundo. A estos nombres debemos sumar muchos que también han trascendido, Luis Nieto Verdesoto, Néstor Cueva Negre­te, Luis Estévez; orquestas, tríos, dúos, solistas y, en los últimos años bandas con nuevas tendencias musicales y expresiones urbanas como expresiones de contempora­neidad e influencia de lenguajes snobistas o temporales.


La influencia de los grandes movimientos culturales suscitados en la capital no llegaron a Machachi, a pe­sar de estar muy cercanos, situación explicable desde el punto de vista del conservadurismo local; los pocos que podían formarse a nivel superior en la capital eran los descendientes de los privilegiados con el poder polí­tico, económico o parentesco religioso, esto durante las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, la cultura se manifestará en la forma de ser machacheño y mejie­nese, es decir, en su universo sicológico, gustos, valores y sentires, lo cual está más cerca de lo simbólico que de ciertas manifestaciones artísticas expresas.

Es la chagrería en donde quizá encontramos una for­ma de ser más integral en cuanto a identidad, expresión implícita que viene desde la colonia, con el sistema de hacienda que imperó hasta hace muy poco. Afirmación explicita, puesto que al ser una tierra dedicada a la agri­cultura y ganadería, el chagra es el protagonista de la vida cotidiana, no solo en el campo, sino también en los pequeños centros urbanos del Cantón. De allí que en desde hace más 33 años se haya instituido la Fiesta del Chagra como referente cultural de Machachi y del Cantón, alrededor de una serie de manifestaciones y protagonistas que le han posesionado firmemente en el ámbito nacional e internacional. Sin embargo, habría que realizar una relectura de su organización y protagonistas ene l menor tiempo posible, a fin de que la comunidad la sienta como suya.


Las letras tienen su campo, tal vez no demasiado his­tórico en el tiempo, sino como algunos rasgos, como es caso del mismo José Romero y Cordero, pasando por Edmundo Pérez Oviedo, Alfonso Busto Cueva, Jorge Rodrigo Poveda, Teodoro Remache, Félix Estévez, Raúl Guarderas, Fermín H. Sandoval, Lorena Mancheno, Ra­miro Caiza; y, como novìlisimos tenemos a Franklin Mu­rillo, Gabriela Tayupanta y Emily Chicaiza. Este manojo de poetas han aportado a las letras locales desde sus particulares visiones y creaciones.


En la plástica el Cantón no ha tenido referentes im­portantes, salvo el caso de Carlos Villagómez con raí­ces locales; vendrán las últimas décadas del siglo XX, en donde aflora el trabajo de Hugo Proaño, quien sacude el arte plástico local, aunque casi nunca realizó muestra alguna en Machachi, sino que su trabajo lo paseo por galería de la capital, del país y fuera de él, obteniendo im­portantes premios nacionales y presencia internacional con su plástica irreverente y contemporánea. Debemos añadir nombres como Carlos Araujo Guzmán, Pedro Cueva, Eduardo Zhinín, Pánfilo Yépez, Gabriel Karolys, Fabián Gómez, Juan Valladares, nativos o residentes en estas tierras.


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